No creo que valga la pena hacer un análisis muy
profundo del partido, porque para mí lo que importa es lo que significó. La
victoria de ayer se tradujo en, hasta ahora, la fecha MÁS IMPORTANTE de la
historia de Universidad de Chile. 14 de Diciembre de 2011: Campeones de la Copa
Bridgestone Sudamericana 2011. Y eso va a quedar en la memoria de muchos, y por
mucho tiempo también como el mayor de los éxitos.
La ansiedad me comía por dentro, ya desde el
instante en que terminó el partido en Quito. Llegué al Nacional dos horas antes
del partido sin nervios, pero con ganas de que todo terminara rápido.
Necesitaba algún tipo de seguridad para saber que mi creencia en el equipo
mágico iba a capitalizarse, y que los jugadores se iban a matar por la camiseta
azul, como deportistas e hinchas, con el solo fin de entregarle al pueblo
bullanguero la tan esperada estrella internacional. Y el ambiente era propicio,
porque el estadio era una fiesta, un carnaval.
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El carnaval azul. |
Gracias a Dios -
frase prestada de Marcos González -, al minuto 3 de partido, llegó el gol de
Varguitas que me hacía pensar en que éramos estrellas. Grité, de hecho,
“¡¡¡SOMOS CAMPEONES!!!”, casi llorando. Eso sí, fue un gol raro. Partió como la
sinfonía de pases que, por estos días, estamos acostumbrados a ver en la U,
seguida de una presión inmensa al rival. Luego, entre mucho rebote, bastó que
apareciera la zurda mágica de Eduardo para inflar las redes. Maravilloso, un
estruendo de 50 mil almas, un recuerdo que va a durar por siempre.
El equipo mostraba la tranquilidad que no se
respiraba en las gradas, aunque cuando el segundo gol se empezaba a tornar cada
vez más esquivo, noté un poco de ansiedad en los jugadores (imagínense los
hinchas, gritando como locos). Aparte, el árbitro no colaboraba mucho con los
cobros, dejando a Barcos, por ejemplo, jugar mucho rato más del que debió, tras
la fuerte entrada al Pepe Rojas. Sin embargo, muchos estábamos convencidos en
que los frutos de la disciplina y el trabajo duro no iban a ser frustrados por
este árbitro penca (aunque lo puteamos igual) ni por nadie, y que la gloria
estaba ahí, al alcance de la mano.
En fin... Presión, presión, presión era la consigna
- al igual que durante todo el torneo -, y el gol vendría solo. Chucky se hizo
expulsar, Sampaoli celebró, y paf: se vino la U. Lorenzetti coronó el segundo,
y empezó a bajar la estrella internacional. Y, finalmente, tal como si no le
importara nada, Varguitas tomó la pelota y se pasó a cuanto ecuatoriano se le
puso al frente, definió como una bestia, y el Nacional estalló. Sí, estalló.
Fuegos artificiales, gritos, lágrimas, sonrisas, abrazos y cánticos. Todo eso
en un segundo. No sé de qué otra forma decirlo, pero ser de la U entrega todo
eso en un instante.
En resumen: la defensa impecable, el mediocampo
increíble, y la delantera de lujo (salvo un par de ocasiones que desperdició
Canales, pero con tanto gol importante que ha hecho, da lo mismo).
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Una postal imborrable. |
En el colegio nunca me gustó la historia, y desde
ayer entiendo completamente por qué. Hay una gran diferencia entre que te lo
cuenten, y vivir y ser parte de la historia. Puedo decir que presencié y
participé de la historia de la U, junto a otras 50 mil personas, y que muchos
me envidiarán por siempre.
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El artífice. El nuevo matador. |
Me acuerdo cuando vi la primera llave
de la Sudamericana, en un bar frente a mi universidad. Estaba solo, y junto con
una chela, veía como la U jugaba pésimo frente a un equipo muy débil como
Fénix. Yo sólo pensaba “No vamos a llegar a niuna parte jugando así”. Y era
cierto.
En ese momento, la disciplina de Sampaoli empezó a
prosperar, la U cambió su forma y dinámica de juego, y empezó a hacernos soñar.
Soñar con algo que siempre anhelamos, pero que era eso mismo: sólo un sueño. La
gloria máxima estaba al final de este camino, y los de la U en el pecho iban
por ella.
Fue en esta misma llave cuando comenzó a aparecer
la joya de Eduardo Vargas, que nos dio el 1-0 ante Fénix en el Nacional. Así, empezó
a pavimentar la ruta hacia los muchísimos récords de este año para el club e
iba rumbo a sus goles, que lo tienen ahora como el goleador histórico de la
Sudamericana, con 11 tantos. Una máquina.
No sé cómo seguir estas palabras. Creo que se me
acabó el diccionario. Trato de imaginar, por ejemplo, qué habrán dicho Bernardo
O’Higgins o cualquier otro personaje de libro de historia cuando estaban
construyendo y viviendo la misma. Conmigo no tendría por qué ser diferente.
Suele decirse que la perspectiva te entrega un poco de objetividad con respecto
a los hechos, pero aún no tengo esa distancia necesaria, y, la verdad, me
importa bien poco ser objetivo ahora.
Podría, por ejemplo, hablar un poco de lo que
muchos ya vimos. Cómo la U ganó en Uruguay, en Brasil, en Argentina y en
Ecuador. Pero eso todos ya lo sabemos. Quiero aprovechar y plantear una
pregunta a todos. ¿Cuándo sintieron que la U podía campeonar en la
Sudamericana? Al menos yo, cuando aplastamos a Flamengo allá. Ronaldinho tendrá
que darse por satisfecho con que no le hicimos 3 pepas más.
Para cerrar 2 cosas. Primero, nunca vi con mis
propios ojos algo así antes en el fútbol chileno. No creo ser una voz
imparcial, pero objetivamente me cuesta recordar un equipo que se haya matado
tanto en la cancha como esta U, que se la haya jugado tanto por una idea como
esta U, y un conjunto de jugadores tan comprometidos con el compañero como los
de esta U.
Y esto, por la seriedad del cuerpo técnico y la
sangre azul de los jugadores y su hinchada.
Sé que no hay otra hinchada como la de la U. Cuando
la U tuvo un mal segundo semestre el 2010, muchos me dijeron que dejáramos de
alentar un poco al equipo, para que se dieran cuenta de la falta del hincha.
Sólo pensé “cómo te falta, hombre! No sabes de hinchadas de verdad!”. Es así.
Siempre se dice que el hincha de la U es sufrido, que las cosas le cuestan, y
es así. Tan sólo miren a la vereda del frente y vean cuánto hincha de equipos
innombrables sólo le dan la espalda cuando le va mal al que dicen es “su equipo”.
Fácil: no la sufren. No la sufren, porque no la sienten. Ahí está la gran
diferencia.
Segundo (y, finalmente), sólo quiero agradecer a
los jugadores que la mojaron, y a la hinchada que semana a semana estuvo ahí en
las tribunas, alentando incondicionalmente al equipo de sus amores, a los
colores que te llenan de emoción y que te hacen pensar “más allá del
horizonte”.
Como en Chile no es usual llegar a estas instancias
en campeonatos internacionales, me costó olvidar la semifinal perdida ante
Chivas, y, sinceramente, pensé que nunca iba a ver a la U campeonar a nivel
continental. Es tan lindo cuando te equivocas de esta manera, porque sólo tuve
que esperar poco más de 1 año para cumplir ese sueño. Y ese recuerdo ya no
está, porque lo cambié por una estrella brillante, por un equipo deslumbrante:
el mejor de Sudamérica.
Y ayer, como hincha, obtuve mi segundo título
universitario. Campeón del continente.
Gracias, Universidad de Chile. Sólo gracias.