domingo, 10 de junio de 2007

Paris... Paris

Y sí po... No dejo de viajar, parece broma hacia todos los que siguen un tanto mis aventuras, que creen que lo único que hago es NO estudiar... Bueno, es casi así, pero este viaje es uno de mis últimos probablemente. Ahora se me vienen pruebas en un mes y medio más, así que a estudiar se ha dicho, además de que se acabaron los fines de semana largos... En fin, gajes del oficio de estudiante de intercambio...

Era un día normal acá en Alemania, en la bella ciudad de Karlsruhe, cuando revisando mi correo me encuentro con un mail de un amigo húngaro, que hablaba de pegarse un pique a París… Eso sería como 10 días después… Yo no tenía nada de plata, y pensaba ¡¡Qué lata perderme esto!!... Poco a poco fui pensando un poco más en el tema, y dándome cuenta de que estas opciones no pueden dejarse pasar así como así, porque quizás cuándo voy a volver a tenerlas a mi disposición. Decidí, entonces, hablar con mi padre y negociar mi financiamiento. Luego de conseguirme un presupuesto aproximado de cuánto saldría la gracia, envié correos a mi padre, y al fin, conseguí los medios. Día de partida: 07 de Junio de 2007, 6 – 6.30 am.

Existía aún un pequeño problema. El 06 en la tarde se realizó la mítica carrera de 5 kms por el bosque (Bierkastenlauf), en la cual claramente participé. Ustedes se preguntarán qué mierda puede tener de especial una carrera que se corre por el bosque… La respuesta es simple: Entre 2 hombres o 3 mujeres había que bajarse un cajón de 24 chelas, o sea, 12 para cada macho u 8 por mujersh… En total eran 8 litros de cerveza, mientras corrías los largos e interminables 5 kms. Creo que ya pueden armarse una imagen mental de mi estado tras la carrera… Lamento decepcionarlos, pues mi estado era bastante mejor de lo que uno puede pensar con casi 4 litros de chela en el cuerpo. Nos tomó (a Nico y a mí) 1 hora con 18 minutos, para terminar encaramados en el lugar 28, de cerca de 120 corredores… Muy digno, no? Muy mucho… Las opciones de levantarse temprano para partir a París se complicaban un tanto, porque más encima, hasta antes de la carrera no había preparado nada de maleta, comida, nada… Tenía que llegar después de la carrera a inventar alguna forma de lograrlo… Además de que donde yo vivía había otra fiesta, por la cual claramente tenía que pasar, quedarme, jugosear con amigos que estaban ahí hace rato, tomarme otro par de cosas, no sé… bien complejo el panorama. No pude quedarme ahí menos de cerca de 2 horas… A fin de cuentas, lo logré… De alguna forma u otra, logré insertar algo de ropa en mi maleta, armar una bolsa con comida y listo! Listo para partir a la capital francesa…

Ok… la verdadera historia. Eran las 6.30 am y estábamos subiéndonos al auto que arrendamos (que ahora lamentablemente no fue un AUDI A3 como en viajes anteriores). 5 viajeros partieron: 3 chilenos (Nico, Cota y yo) y 2 húngaros (Gabor y Zoli). Por supuesto, que mi estado no me permitió mantenerme mucho tiempo despierto, y dormí una buena porción del comienzo del viaje, hasta que paramos a cargar con bencina el hermoso OPEL no se qué… La idea era ahora decidir si es que nos íbamos por la autopista, pagando los peajes, o por los caminos internos, con su consecuente mayor tiempo de viaje… Claro: autopista. La idea era llegar relativamente temprano a París, para poder recorrer un poco, luego de dejar las cosas en nuestro hotel… claramente NO céntrico, quedaba a la cresta jejeje… Pero en fin, estudiantes no más po, qué más vas a pedir… Durante el trayecto a París, no sé, se podía ver muchísimos campos, y amplios y vastos paisajes, mucho verde, de repente su tren loco (TGV) que pasaba a la distancia; la verdad, muy bonito el Landschaft francés…

Ya en París, hubimos de enfrentarnos a un inesperado y larguísimo viaje para llegar al hotel, con la peor de las orientaciones, en una ciudad donde NADIE habla inglés, y menos te pueden ayudar si ninguno de nosotros habla ni un poco de francés. Creo que el je m’appelle no era suficiente… Bueno, en fin. Con la invaluable ayuda de Google Maps logramos dar con el hotel “Parc Hotel”, que nos alojaría de jueves a domingo, para volver de ahí a la realidad, la realidad a medias de Alemania… Imagínense estar dando vueltas por París, por las autopistas, ver un millón de letreros con una cantidad de palabras de repente reconocibles, por lo comparables con el castellano, pero sin saber cuál era tu propia dirección… Medio terrible. Pasamos junto al estadio Saint-Denis, bien simpático… En un momento pensé: “El hotel no puede estar taaaaan lejos, total estoy viendo este tremendo estadio, debemos estar cerca”. Claramente no… C’est la vie! La cosa es que llegamos al hotel, pasamos a nuestras piezas, dejamos maletas, descansamos un rato, y nos dispusimos a ir a ver la ciudad un rato…

Claro que esta salida no podía estar exenta de anécdotas, porque acá TODO es una gran anécdota, pero ésta no fue tanto de mi agrado… Íbamos en el auto los 5, los 3 chilenitos atrás, y claramente sin cinturón de seguridad… Obvio que ya imaginan lo que pasó: su parte!!! Obvio que los paquitos franceses no hablaban nada de inglés tampoco, uno por ahí disimuló media palabra en español, porque vio que éramos de Chile con nuestros documentos. Entre uno que otro enredo logramos entender la gran mala noticia: o pagamos o se llevan el auto. Veníamos llegando, estábamos en Francia, el auto era alemán, y nos estaban cobrando un OJO DE LA CARAAA!!!! Al fin, como bien creen, no tuvimos más opción que pagar… la módica suma de 90 € cada uno… es decir, cerca de 65 lucas cada uno… Claro que eso deshizo de entradita mis finanzas para el viaje… 90 € menos no es despreciable, de hecho era cerca de 1/3 del presupuesto para el viaje completo. Claro que después de este encontronazo no nos quedó ganas para hacer nada, y nos volvimos al hotel, no fuera a ser que nos topáramos de nuevo con esta gente… En el hotel, entre algunos bocadillos, ya sólo nos preocupábamos de planear nuestro día siguiente. Iríamos a EuroDisney, a sentirnos nuevamente como niños.

Una pequeña reflexión que pasó por mi cabeza en esos instantes… Es impresionante como uno puede lograr hacer suyo el lugar donde está frecuentemente. Karlsruhe, mi ciudad alemana, es como mi casa, y, cuando he viajado me he sentido a veces incómodo, porque no hablan alemán los demás, no sé, porque los letreros a veces son más comprensibles (sí, más) jeje, es raro, pero es así… Siento que estoy fuera de mi lugar, y que de alguna forma es difícil volver a encajar… Ya me sucedió al comienzo con Alemania, y si bien sé que son sólo “vacaciones” sigue siendo raro… No sé si comprenden, pero si toman un semestre–año–vida de intercambio van a darse cuenta de lo que es sentir esa presencia, de TU espacio, de TU vida, de todo lo que es tuyo…

08 de Junio de 2007 – EuroDisney
Temprano por la mañana tomamos nuestra gran máquina, nuestro OPEL y partimos, nuevamente apoyados en el gigante GOOGLE, en dirección a EuroDisney. La verdad es que es bien preciso este sistema, pues te dice exactamente lo que dice la señalización en la calle, qué salida tomar, distancias y tiempos aproximados de viaje, etc… Todo un nuevo mundo esto… Luego de como 1 hora de viaje (porque claramente igual nos perdimos) logramos dar con la salida correcta hacia DisneyLand. No se imaginan el escándalo en el auto: “MICKEEEEEEEEEEEY!!!!!!!!!!!!! AAAAAAAAAAAAAAAHHHH! EL RATÓN GAAAAAAAAAY!!!!!!!!!!!!!!”, y eso que aún no llegábamos, sólo habíamos visto un maldito letrero… jeje Cosas que pasan cuando uno comienza a sentirse – de nuevo – niño.

Luego de otro paseo por las instalaciones del parque del encanto, dimos con los “pequeños” estacionamientos, donde abandonamos la máquina, entusiasmados por golpear, digo, ver a todos los monos de la infancia… Quién no lo haría? Comenzamos acercándonos hacia la entrada mirando todo alrededor, para darnos cuenta, por supuesto, que la decoración era lo más infantil posible, incluyendo de vez en cuando una que otra publicidad de Mc Donald’s, Coca Cola o algo por el estilo. Seguimos avanzando, dimos con la entrada, pasamos el control de seguridad, y nos adentramos de inmediato en un mundo de encantos, de ensueños, un mundo para pequeños. Estatuas de algunos monos extraños rodeadas de verde y/o flores, caminos amplios, fuentes, kioscos con souvenirs, edificios de colores dudosos (rosado, claro está) con Mickey adornando el frontis (obvio que también estaba Lumière por ahí): todo indicaba que el mundo adulto quedaba atrás, y ahora era hora de ser niño, de comportarse como tal, y de disfrutar lo que fuese a venir. Nosotros no nos íbamos a quedar atrás, por lo que entramos en la atmósfera. Compramos los tickets que nos daban derecho a acceder al parque de Disney y también al de Disney Studios, por algo así como 35 €. No tan barato, pero si lo comprábamos, era hora de ponerse a hacer rendir esos euros…

Partimos por el parque de Disney. Lo primero que vimos luego de pasar los torniquetes fue el típico trencito que da la vuelta completa al parque, haciendo paradas en diferentes “estaciones” ubicadas en lugares – digamos – estratégicos. Obvio que no lo tomamos, sino que seguimos derecho, para empezar a hacer los recorridos a pie, para poder ver más y más de cerca. Luego de esta primera estación, apareció la “calle principal” donde, por supuesto, estaba repleto de tiendas con souvenirs, cosas para comer y tomar, y ese tipo de tiendas (está claro que también había su placita con arbolitos y esas cosas, el verde que no puede faltar). Bueno, la cosa es que seguimos caminando, y justo al otro lado de esta placita había un desfile de unas putas letras…gente disfrazada de LETRA (weon, LETRA, sí, LETRA), armando Disney, haciendo un espectáculo para los niños que repletaban la calle, para ver pasar un par de LETRAS. En fin, igual fue simpático, y fue como lo que necesitábamos para darnos cuenta en qué nos estábamos metiendo. Como no podía faltar, al final de esta calle qué había????? El TÍPICO castillo de Disney, como el de Magic Kingdom en Orlando: IGUALITO! Ahí sí que ya no había duda: mundo para peques, pero estábamos dispuestos a pasarla bien, y portarnos como tales.

“Und jetzt wohin?” (Adónde ahora) nos preguntamos. Decidimos partir con algo emocionante: montaña rusa en DISCOVERYLAND. Justo afuera de la entrada de esta pequeña atracción había una máquina para sacar unos tickets, que no sabíamos bien qué eran, pero decía “FAST LANE”, así que los sacamos. Hicimos la cola, nos metimos al juego más EXCELENTE de la vida, y cuando salimos nos dimos cuenta que con el ticket que habíamos sacado podíamos entrar por un sector más rápido que hacer la cola… Así que, obvio, de nuevo jeje… El juego consistía en que, luego de una cola infinita, llegabas a estos típicos carros que te ponen un puto fierro por delante, para bloquearte, limitarte y no SALIR DISPARADO fuera de TU VIDA (dicen que es sólo por seguridad, pero me gusta exagerarlo), y luego te mareaban por unos minutos a velocidades y aceleraciones insospechadas. Lo genial de esta cosa es que luego de que llenan el carrito y entras “en ruta”, te ponen en ángulo, y como se trataba de una cosa así como una “Space Mountain”, te LANZAN como un cohete, así que, puta, más rápido que la cresta. Luego, entras a una serie interminable de curvas veloces, loops y cosas inimaginables, sin luz, y lleno (digo, LLENO) de gritos pa’ arriba y pa’bajo. No, espectacular. Confieso desde ya que ese día hicimos esta cosa 3 veces.

Bueno, luego de volver a la tierra, nos dirigimos emocionados a otra cosa con Beschleunigung (aceleración): Star Wars. Después de estos tickets-mega-rápidos llegamos adelante en medio segundo, y a los 5 minutos estábamos disfrutando de un paseo a través del espacio, esquivando disparos de los malditos secuaces de Darth Vader, volando con un simpático y humilde X-Wing. No fue tan espectacular como Space Mountain, pero estuvo bien. Como había aún mucho que ver, y no todo el tiempo del mundo, dijimos “Ok, weiter” (Ok, sigamos), y fuimos a otro de los “Lands” de esta cosa. Pasamos ahora a “Fantasyland”: sí, parecido a Fantasilandia, pero imagino que un tanto diferente.

En esta parte del parque comenzaron a aparecer las típicas figuras de la infancia. El primero con que nos topamos no sé quién es, porque típicamente son 2 (Chip y Dale), pero bueno, una de las malditas ardillas era la que estaba ahí, repletándose de fotos y de cabros chicos saltándole, rogándole probablemente por autógrafos en francés o algo así: nunca sabré (obvio que no le salté). También pasó en ese momento una señorita actuando de la Bella, de la Bella y la Bestia, y también estaban las pequeñas niñas que la seguían gritándoles no sé cuántas cosas, desde “OOOOOOOOOOHHHH!!!!” hasta “QUÉ BELLA!!!!!!!!”, o algo por el estilo. Ya po, luego fuimos al primer juego realmente pa’ cabros chicos en que estuvimos: “It’s a small world”. Mostraban en chiquitito cómo es el mundo, las diferentes culturas, paisajes, gente, etc… Todo, pero en chiquitito: igual bkn. En un botecito te llevan a través de un viaje por el mundo, para darte cuenta, como dicen, de lo pequeño que es el mundo: Inglaterra, Egipto, Rusia, Francia, Holanda, no sé… Mucho en poco tiempo, incluso figuras como Don Quijote y Sancho estaban incluidas en este paseíto. Bien wena onda, pero pa niños niños. Está bien que hayamos andado en la onda, pero en fin, había que hacerlo igual. A continuación, nos siguió otro de la misma onda (si igual nos gustaba, nos sentíamos más niños), sólo que ahora era una mini visión por los diferentes cuentos de hadas de Disney: Blancanieves, La Sirenita, Aladdin, La espada en la piedra, etc. También fue bien lindo, e imagínense las cosas que gritábamos (porque no hablábamos) cuando aparecía un cuento o película conocida, o las caras que poníamos. No, otra cosa simpática.

Después pasamos a un clásico, para terminar con este Land: Alicia en el País de las Maravillas. Un laberinto. Mucho tiempo adentro, realmente jugoseando (obvio que hay fotos de eso), y no sé, de repente tomando unos pequeños breaks, porque cansa caminar todo el día. En la mitad del laberinto jugoseando con estos MILES de letreros que indican en todas direcciones y todos dicen “Por Aquí”… jeje, gracioso. Vimos a los típicos personajes del cuento, como el gato extraño, la oruga freak, las cartas, no sé, no me acuerdo de los nombres, pero los más doctos sabrán a quiénes me refiero.

Ahora, pasamos a un lugar un poco más acelerado, más movido y más wena onda: Adventureland. Para comenzar nos fuimos directo a “Piratas del Caribe”, un recorrido por mundo de piratas, agua, tesoros y barcos hundidos. La entrada y la fila ambientadas correctamente, con estos típicos barriles, luces medio amarillentas para dar aspecto medio lúgubre. Otro paseo que valía la pena hacer. A todo esto, los lugares y atracciones que hacíamos las elegíamos en función de un “flyer” informativo sobre el parque completo, donde estaban indicadas las atracciones con cierta calificación, en función del público al que se dirigía, pues no todo (aunque no lo parezca) era dirigido precisamente a niños, como, por ejemplo, nuevamente, las montañas rusas. Por supuesto, ahora seguimos en dirección a una de ellas, y para no extenderme demasiado sólo les diré que la hicimos 2 veces antes de seguir. Después (qué lata) obvio que a otra montaña rusa (en total, hicimos 8 recorridos de Achterbahn ese día), pero lamentablemente estaba con una tremenda cola, así que sacamos los FAST LANE Tickets, para volver a la hora en que fueran válidos, así que por mientras fuimos a pasear. Partimos hacia la estación del trencito más cercana, para poder volver a la entrada del parque, para ir a los Walt Disney Studios, porque los iban a cerrar. Obvio que cuando llegamos el tren se iba yendo, y que el próximo iba a tardar su resto… Así que, a pateira…

WALT DISNEY STUDIOS
Al entrar nos topamos con Mickey vestido de mago: Fantasía. Una estatuilla simpática, obvio que en una fuente, para comenzar. Detrás había una especie de galpón por el cual había que pasar: Studio 1. Adornado con todo tipo de cosas relacionadas con filmación, llámese Mini Sets o cámaras, o falsos backgrounds, para meterte un poco en el mundo de los Studios. Saliendo HACIA el parque mismo, me encontré con un viejo conocido: Walt con Mickey, rodeados, por supuesto, de verde y flores, y con un letrerito dedicado al cine y la televisión, y todos aquellos contadores de historia del mundo que han engendrado tanta magia.

Para mi no-sorpresa también había montaña rusa, así que, para variar, fue lo primero que visitamos. Lamentablemente quedaba súper poco tiempo antes de que cerraran los estudios, así que fuimos directo a lo más movido. Nos perdimos presentaciones de cómo hacían algunos dibujos y los hacían luego películas, digamos el proceso de animación, porque estaba cerrado. Cosas por el estilo llenaban este parque, incluyendo también exposiciones sobre efectos especiales, pero partimos a la montaña rusa de Aerosmith, que era como la primera, que te lanzan a la mierda, te marean como idiota, lo único que ahora escuchando la voz de Steven Tyler. Ya lo saben: 2 veces jeje… Me sentí tan cabro chico, un poco de adrenalina y como se podía, se hacía de nuevo.

Luego, volviendo hacia la salida, nos “echaron” suavemente, diciendo que estaban cerrando. Volvimos al otro parque para meternos con nuestros tickets-mega-bknes a la última movida del día. Claro que cumplió las expectativas, pero SÓLO porque no había tiempo suficiente, lo hicimos una sola vez, para dar por finalizado el día de EuroDisney.

Fue bien lindo el día, pudiendo compartir con mis amigos, y poder ver cómo cada uno reaccionaba a estas distintas situaciones de “comportarse como niño”, y pasarlo bien simplemente, aprovechando esta oportunidad de conocer lugares y gente.


09 de Junio de 2007 – París
Temprano en la mañana despertamos, para partir con rumbo hacia la ciudad, la metrópolis. Tomamos la máquina y la estacionamos cerca de una estación de metro, porque en auto sería más complicado. Bueno, luego de decidir qué carajo de ticket comprar (pues existen no sé cuántas alternativas, que claro está hay que comprarlas en francés, porque en inglés no hay caso), pasamos los torniquetes, bajamos las escaleras y esperamos que el carro se moviera. Así lo hizo, en dirección a nuestro primer destino, al que arribamos luego de cómo 20-25 minutos de viaje. Como muchos podrán pensar, comenzamos nuestro paseo por la capital francesa en el Louvre.

Al abandonar la estación del metro que correspondía al Louvre, cruzamos la calle y entramos por un pasillo medio oscuro, tras cuyas paredes se alojaban cientos de obras de arte de distinta naturaleza: pintura, escultura, y una que otra bella mujer… Ya se respiraba aire de museo. Al pasar la mitad del trayecto, pude ver una de las imágenes actualmente típicas del gigante parisino: las pirámides de vidrio, adornando las entradas al museo. Genial. La combinación de arte de diferentes épocas juega en este caso un gran rol, que no desentona (a mi parecer), y que, de hecho, le otorga un cierto toque llamativo al albergue de los maestros de la expresión artística. Le dimos un par de vuelta al lugarcito, sacando una que otra foto, aprovechando claramente que había comenzado a salir el sol y que los reflejos te llamaban a plasmar en una imagen el momento.

Bueno, al fin y al cabo, nos pusimos en la cola de entrada. Llegamos adelante, y adivinen qué?? Problemas para entrar??? Qué creen? Pues no…nada! Sólo tuvimos que pasar las mochilas por una máquina de rayos X y chao… Estábamos dentro. Bajamos al hall principal, identificamos la caja donde comprar las entradas, compramos (obvio) y luego armamos un plan mental decidiendo por qué ala partir: Sully, Richelieu o Denon. Partimos por Denon, viendo una que otra escultura de no sé quién ni de qué época, dando vueltas por piezas llenas de trabajos recuperados por parqueados dedicados a buscar el origen de expresiones culturales del hombre del año 1. Genial, de gran valor, pero una tarea que no es para mí. Se agradece, por cierto, que exista gente devota a este tipo de actividades, con lo cual uno puede enterarse más o menos como se desenvolvía la vida de la misma gente, hace siglos… Un aspecto digno de rescatar es la gran ambientación dentro del museo, las columnas y techos que entonan muy bien con la época y el contexto de las obras que se exponen. Pasillos largos, con obras a sus lados, provenientes de diferentes momentos en la línea del tiempo.

Está lleno de salas que muestran arte o sólo restos de cultura de civilizaciones antiguas que habitaron la tierra: griegos, romanos, y otros que no recuerdo… Ustedes saben: la historia (ni nada relacionado con ella) no es mi fuerte. Insisto: la decoración de cada una de estas salas, y la diferencia entre cada una de ellas, hace que te sientas en períodos imperiales. En un momento, luego de conversar con la gente qué hacer, terminamos en zona de cámaras fotográficas-o-de-video prohibidas: arte italiano. Muchas pinturas impresionantes, paredes tapizadas con aroma a pasta (mentira), esculturas, etc. Claro está, por ahí también estaba escondida ella: la Gioconda. Por supuesto, en un amplio y alto hall, en el lado opuesto a una TREMENDÍSIMA pintura estaba ella, tras un vidrio. Gente la rodeaba y no podían escapar de su mirada: todo por la técnica que usó Leo de no pintar un reflejo de luz en el iris del ojo… qué capo el cabro! Es inquietante…ciertamente. Bueno, así seguimos paseando por el museo, pero no por mucho tiempo más. Nos topamos con la Venus de Milo, la saludamos y chao. Teníamos aún mucho que ver.

Abandonamos la casa del arte, con un día hermoso. El sol había terminado de empezar a salir, nos alumbraba y acaloraba como sabe hacerlo bien, mientras caminábamos entre 2 arcos: frente al Louvre existe una estatua, y si te paras al frente puedes ver estos 2 arcos perfectamente alineados, con un par de obeliscos en el camino. El arco del final puede que te suene: El Arco del Triunfo.

Camino al famoso arquito pude apreciar cómo se desenvolvía la vida típica parisina, típica de sectores más comerciales que otra cosa. Así como muchos pensarán, esta ciudad también estaba invadida por algunas de las fuertes tendencias norteamericanas bien difundidas a lo largo y ancho del mundo: Mc Donalds, Burger King, tiendas de ropa (que obvio que no me sé los nombres) y demases colmaban la vista de los paseantes. Uno que otro kiosco también por ahí, con recuerdos de distintos tipos, llámese postales, llaveros o posters te llamaban al consumo, tentando con una bella imagen de la ciudad del amor. En fin, una gran ciudad, llena de vida.

Ya habíamos recorrido buen trecho, y por fin llegamos. El Arco del Triunfo estaba frente a nosotros, junto al Place Charles de Gaulle, una pequeña rotonda de cerca de 6 pistas, bastante sobredimensionada a la vista de ojos actuales, pues en la época de construcción tenían preferencia los vehículos que entraban a la rotonda, entonces los que estaban dentro debían esperar haciendo cola, lo que derivó en ampliaaaaaaaar las rotondas. Gigante y todo, ayuda a resaltar la magnificencia del famoso arco este… Para llegar debajo de él, hay que cruzar un pasaje bajo la calle y aparecer nuevamente al centro de esta rotonda, para verse cubierto por esta cosa. Una vez que resurges se ve bien lo grande que es, lo impactante. Si bien no es una de las mayores cosas de la vida que haya visto, no deja de impresionar, y por eso le dediqué una que otra foto: Un arco con la bandera de Francia flameando en su centro, lindo pue.

Luego de rodear el arco, volver a cruzar la calle y apreciarlo a la distancia, caminamos en dirección al objetivo principal del día: sí, la torrecita famosa, la Tour Eiffel. En el camino se puede ver también qué es lo que arma esta ciudad, de qué se compone, tiendas, gente, cafés, calles, árboles, autos, etc, todo forma una mezcla particular difícil de describir más allá que lo que podría ayudar alguna foto. En fin, limitaciones del servidor aquí presente, para expresarse por este medio. Caminando un rato, aparecimos en Trocadero, justamente junto a la primera gran vista de la torrecita. Sólo una palabra: Wow! Síganme un poco: imagínense están parados viendo de frente lo siguiente: un corredor gigante, desde considerable altura, donde delante aparece un pequeño parquecito con variadas fuentes chorreantes, luego el río Sena, luego la torre modesta, y detrás de ella un bellísimo parque, lleno de verde, de gente, de vida, de París. No sé… al menos yo quedé fuertemente shockeado luego de esa primera imagen (de hecho, me quedé parado un rato disfrutando de la vista, sólo detenido). Yo sabía que iba caminando en dirección a la torre, pero no imaginé que vería algo como eso.

Es realmente sorprendente lo que puede llegar a conmover a una persona simplemente la imagen frente a sus ojos. Esta torre y todo su entorno llegan a lograr un efecto difícil de abarcar, pero, al mismo tiempo agradable de sentir, aunque inquietante. Véanlo, los invito. Bueno, luego, claro está, nos acercamos a la torre, la llenamos de fotos (en este caso, no de escritura), y luego pasamos al parquecito atrás, hasta el final, para tener una vista ahora desde el otro extremo del corredor. Obvio, la torre se ve igual, pero igual llama la atención siempre. Descansamos un rato, antes de continuar camino hacia la Catedral de Notre Dame.

Bueno, luego de este break caminamos hacia el metro francés, más conocido en París como “Metro” jeje… Nos movimos con esta cosa una que otra estación para bajarnos en la cercanía de Notre Dame. Subimos un par de escaleras, aparecimos nuevamente en la superficie, había ahora sol, cruzamos un puente, la calle luego, y nos topamos con una imagen más o menos así: es lo mismo que probablemente todos imaginan al sólo oír “Notre Dame”; me refiero a los clásicos vitrales de la Fassade de la Catedral, y el par de torres. Un lindo día, lleno de gente frente a la iglesia, y esta misma que nos invitaba a recorrerla por dentro. Era hora de misa, así que cuando entramos debíamos guardar más silencio que lo normal, a pesar de que había un área para turistas para no interrumpir con el desarrollo de ésta. Un pequeño paseo por dentro de la catedralcilla, viendo vitrales, la grandeza del lugar, las velitas, la gente que rezaba; en fin, un ambiente, cómo decirlo, eem… potente. Obvio que pasando por el dato medio cultural, es muy llamativa e impresionante la arquitectura (tanto dentro como fuera), y aún más, el buen trabajo que hacen para mantener todo en buen estado. Por otro lado, con mi gran capacidad políglota podrán imaginar cuánto entendí de la misa, que la estuve escuchando un rato: NADA más que el Amén. Cosas que pasan, no? Luego, abandonamos este lugar, para ir a pasear un rato. Sin embargo, pasamos antes por el jardín que estaba tras la iglesia: un bonito jardín, un par de fotos, y chao. Weiter laufen!!

Luego de esto, me parece, fue el momento que más me cautivó de la ciudad: cruzamos un puente sobre un río, y paramos un rato a descansar. Había así como 2 caminos, uno a la altura de la calle, y uno como pequeños pasajes más a nivel de río. Nos distribuimos entre los 2, y ahí pude descansar un poco, mirar alrededor y llenarme de Francia. Es muy tranquilizador ver cómo la gente disfruta de sus vidas, algunos con los pies en el agua, otros conversando, otros en grupos de amigos comiendo algo a orillas del río, disfrutando, sólo eso. Me sentí tan bien, tan calmado, tan no sé, tan desconectado del mundo. Sólo me preocupaba de mirar y de ver cómo era el mundo, de observar sus colores, de sentir sus olores, de oír sus ruidos, de palpar sus texturas: 5 sentidos abiertos TOTALMENTE. Pensé: ¿Por qué no es así en Chile? Si bien tengo la impresión de que no me gustaría vivir en esta ciudad por el resto de mi vida, o no sé, quizás ni siquiera por algún tiempo considerablemente largo, es impresionante lo que afectan a tu percepción ciertos momentos. Recuerdo perfectamente como si fuera ayer ese momento, y también las cosas que sentí, siendo que hoy es mucho después. Lo único que quieres hacer es quedarte ahí, y empaparte de esto que no sabes qué es, pero que está ahí. Colores, olores y demases: ahí seguirán estando, en mi retina, en mi memoria.

Ok, sigamos. Caminamos un rato más, apreciamos uno que otro color más, y volvimos luego a cruzar otro puente, para tomar el metro de vuelta (en Pont Marie) a la torre famosa, pues se estaba haciendo de noche, y nos interesaba ir a ver el show de luces de la Tour iluminada. Aquí dato freak: tomamos el trencito del metro, y era EL MISMO que hay en la Línea 1 del Metro de Santiago jeje… Fíjense: dicen “Hecho en Francia” o algo así.

El atardecer comenzó a romantizar el ambiente, llenando las cosas de colores más naranjos, más atardecerientos, lo que motivaba aún más a subir a mirar la ciudad desde otra perspectiva ahora. En cierto instante iluminaron con un juego de luces la torre, se escuchó un multitudinario “Oooohhhh!!!!” y la situación cambió. Queríamos encaramarnos hasta la punta de la torre (yo con vértigo, pero filo), pues no siempre se puede decir “No…puta, estamos acá en la cola de la Tour Eiffel pa’ subir”, así que a la cola no más po, aunque fuera hora u hora y media. Aún podíamos subir hasta la punta, pues más o menos alcanzábamos a comprar los tickets antes de que la cerraran, pero en la mitad de la cola (antes de la hora límite) el letrero con la información cambió: PUNTA CERRADA (en francés, y también en inglés, por eso entendí). Preguntamos qué carajo pasaba, y dijeron que estaba llena de gente, y que por eso no dieron más acceso a la gente. ¿Qué podíamos hacer? ¿Reclamar? No pues, simplemente subir hasta lo más arriba ahora posible: 2do nivel. Llegamos adelante, compramos tickets, otra pequeña cola, media hora y arriba!

Segundo wow del día. La misma torre. Algo tiene que tener, no creen? Una vista maravillosa sobre una de las ciudades más lindas que he visto. No sabes por dónde partir, te das varias vueltas antes de siquiera decidirte a sacar una foto (incluso yo, que soy como medio rayado con sacar fotos), y, en fin, en algún momento sólo paras y empiezas. Hermosas fotos, hermosa ciudad de noche, no, no sé cómo decirlo: vamos a tener que pegarnos otro viajecillo jeje. Estando arriba, mientras buscabas en la cámara la mejor opción para captar el momento (que con flash, que sin flash, que con esto o con lo otro), te sorprenden nuevamente. Ahora estás arriba de la torre que hace un rato habías visto iluminada desde abajo, y ahora eres partícipe y parte de las luces. Ver lo mismo desde otra perspectiva es no despreciable. Estuvimos su buen rato dando vueltas arriba antes de decidirnos a bajar (dato freak del momento: saben con quién me encontré arriba de la torre?? No, no es ése… Casi… Obvio que un chileno… jeje, filo), porque se acercaba el último espectáculo de luces, y la idea era lograr captar el momento desde la distancia, desde la gran panorámica de Trocadero. Se acercaba el próximo y apropiado ascensor para tocar tierra nuevamente, así que haciendo pequeñas presiones en la cola para subirnos intentamos subir todos, sin éxito. La vieja cuáticamente brígida que dejaba subir a la gente NO permitió que 2 de nosotros subieran; no fue mi caso, así que apenas llegué abajo, sin una correcta percepción de cuándo venía el próximo show luminoso, SÓLO CORRÍ!!! Agarré mi humanidad, y sólo emprendí carrera hacia Trocadero. Iba cruzando el puente sobre el Sena cuando empezaron a fuego-artificializar la torre, a lo que pensé “CRESTA!”. Calmé el paso un segundo, me di vuelta, miré a la torre y qué hice? La fotografié, creo que incluso 2 o 3 veces. Luego, seguí, pues me quedaban cerca de 500 metros aún. Corrí como si fuera tras algo realmente importante, en ese momento me pareció que así fuera. Al fin, llegué. Estaba con una de las mejores vistas de mi vida al frente, y claro, ahí cayó el tercer wow. Casi que no podía creer lo que estaba viendo, y agradecía poder hacer 2 cosas en ese instante: disfrutar de tan maravilloso paisaje, y segundo, poder grabarlo en la posteridad, a sólo un click-sin-flash de distancia. Ya verán las fotos…

Al rato, yo ya no podía más de tanto observar la torre (jeje, sí, seguro), y llegaron los demás. Nico y Zoli que habían sido los rezagados por la francesa enojona, no lograron aparecer a tiempo para fotografiar el espectáculo, así que luego se contentarán con mis fotos. En ese momento, la Tour Eiffel sólo estaba “beleuchtet” de un color medio amarillo-naranjo, sin luces que saltaban, y permanecimos otro rato ahí, antes de tomar el metro de vuelta al auto, y de vuelta al hotel.


10 de Junio de 2007 – París y Regreso a Casa
Despertamos temprano para 2 cosas importantes: realizar el último paseo por París, y luego retornar a nuestra Alemania. Para variar partimos del hotel guiados por Google Maps, en dirección ahora a una de las cosas más impresionantes y bellas que jamás podrán ver: el Palacio de Versailles. Luego de un paseo (claro que más largo de lo esperado) por pequeñas autopistas y calles freaks dimos con el gigante, buscamos el estacionamiento y dejamos atrás el OPEL para adentrarnos en los jardines más sorprendentes. El acceso al Palacio tenía un valor un tanto fuera de presupuesto (especialmente luego de perder 90 € con los Flics), así que nos decidimos sólo por el verde infinito del jardín más GRANDE de la vida.

Algo así como 7 € nos costó la entrada a algo que tenía mayor valor. Pasar la entrada, todo grande, todo verde, todo con adornos llamativos. Fuentes de distintas dimensiones y formas comenzaban a aparecer, mientras el corredor principal del jardín (a “espaldas” del Palacio) se extendía hasta la mismísima cresta (ahora estoy convencido de que existe), y que a cada lado también era imposible abarcar con la vista hasta dónde dejaba de haber verde. Simplemente espectacular. Pensar que era sólo el JARDÍN de un reycillo… Le Jardin du Roi. Hacia los costados del pasillo brígido se abren caminos diagonales y laberintos infinitos, rodeados de flora, que te llevan a los más variados parajes. Podías llenarte la vista de pequeñas lagunas, mini parquecitos, fuentes con motivos variados, en fin, una cantidad interminable e imposible de describir de objetos que te obligaban a detenerte algunos instantes. Obvio que a veces la detención era motivada por la necesidad de llenarse la guata con algo. En un momento, llegamos a un camino acompañado de árboles, que nos llevó de regreso a la línea central del jardín. Está claro que lo primero que vimos al volver fue una TREMENDA fuente, con motivos medio de dioses y no sé qué cosa, y obvio que genial. No, si todo hasta ese momento era genial. Estábamos sólo a “unos” metros del palacio, y quedaba aún infinidad hasta la parte final del jardín, así que emprendimos marcha, pues la idea era rodearlo completo. Partimos en dirección a un lugar específico que no recuerdo cómo se llama, pero tenía algo que ver con el firmado de un tratado relacionado con Hungría. Los cabros querían ver algo de su historia, y, claro, fuimos todos. Imaginen una cruz de ambos “maderos” iguales, ubíquense en la punta de arriba (que vendría siendo donde partimos frente al Palacio), y ahora vayan a la punta izquierda (ahí estábamos ahora). Quedaba aún mucho por recorrer, así que luego de un par de maravillosas fotos seguimos, y seguimos, seguimos, por un par de horas más. Nos pegamos su descanso al otro lado del jardín, frente al palacio (en la punta inferior de la cruz), porque estábamos raja, luego de MILLONES DE HORAS caminando, y con la carga de los días anteriores. En fin: la cosa se resumió a rodear este maravilloso jardín, agotando hasta los últimos recursos físicos, y poder llegar de vuelta al auto. TOTAL: 5 horas.

Último mini descanso antes de comenzar el regreso a Karlsruhe. Tomamos el auto, y, la verdad, es que sobre el viaje de vuelta no hay demasiado que contar, pues fue “básicamente” sencillo: Gabor manejaba, yo de copiloto indicando las salidas correspondientes (obvio Google Maps), y así por varias horas, mientras los demás se movían entre dormir o semi estar despiertos. Zoli siempre había dicho que no podía dormir en los autos, pero luego de estas pequeñas caminatas por diferentes partes de la ciudad, lo logró. En fin, llegamos a Alemania en la noche, destino Hadiko, y san se acabó!